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Carlos Fernando Herrero Galindo

La enseñanza a extranjeros: mi experiencia como profesor de Español en Cáritas

En 1993 me encontraba estudiando Historia en la Universidad de Alcalá cuando mediante un amigo accedí al voluntariado en Cáritas como profesor de Español en el Programa de Inmigrantes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.

Cuando me propusieron colaborar con Cáritas, mi experiencia docente entonces se reducía a la impartición de algunas clases particulares. Pensé que sería bueno empezar mi andadura en el mundo de la enseñanza por un proyecto tan bonito y fascinante como ése.

En aquellos años la inmigración que estaba llegando a España era diferente de la actual. La mayoría de mis alumnos eran de países del este de Europa. Era una época en que a Alcalá llegaban semanalmente gruposde inmigrantes irregulares desde Ucrania, Bulgaria y Rumanía, (estos últimos en menor medida que hoy en día...) amén de la colonia polaca ya establecida. La mayoría de esas personas no eran jóvenes (pasaban de la cuarentena muchos de ellos) y tenían casi todos formación superior: profesores de Enseñanzas Medias, maestros, médicos y los que no, tenían una gran formación ténico-profesional, propia de los regímenes comunistas del este de Europa: fresadores, electricistas, obreros metalúrgicos... ¡hasta un "ingeniero de hacer pan"! (... según decía él)

Los grupos eran heterogéneos y una misma clase de nivel inicial podía estar compuesta por ucranianos, búlgaros, rumanos, polacos y algún persa. La clase transcurría integramente en español pues uno de los primeros objetivos que me marqué fue el de no utilizar en el aula ninguna otra lengua de comunicación que no fuera el castellano. Es curioso que cuando se producía una nueva incorporación, yo pedía al grupo que explicara ciertas normas sobre la asistencia a clase, el Programa de Empleo, etc... por supuesto yo sabía que las personas de esa edad habían sido obligadas a estudiar ruso muchos años  en la escuela pero lo que me sorprendió es que, a pesar de que el ruso era una especie de "lengua franca" entre ellos, ...¡se ne negaban a usarlo! ¡Se negaban a usar una lengua impuesta pese a ser el mejor modo de resolver la situación!

Poco a poco fui cogiendo tablas y desarrollando habilidades docentes en el aula, aunque debo decir que me vi favorecido por dos factores:

1. La facilidad de aprendizaje que por su simplicidad fonética proporciona el español.

2. La dificultad de cada una de las lenguas vernáculas del grupo hacía el español aún más fácil de aprender.

El español que necesitaban era para salir del paso: ir al médico, buscar trabajo, frecuentar la Administración, pero en aquellas primeras hornadas de inmigrantes, creo que debido a su gran formación, el interés iba más allá y tuve que comenzar a profundizar más en aspectos gramaticales.

Hoy cuando enseño inglés o español a los adultos ya sé que si no se les explica una regla gramatical o una norma de la lengua en cuestión, creen que no están aprendiendo nada. Realmente sí que aprenden aunque no son conscientes y hay que jugar con el "engaño" de introducir casi en cada sesión una reglita gramatical, un esquemita o una excepción. No sucede lo mismo con los niños que debido a su falta de timidez usan la lengua sin más. Esto es algo que aprendí ahí los primeros días y que aún me sirve.

Mi bautisno de fuego en la enseñanza resultó bien y con el tiempo he ido puliendo mi actutud en la clase, aunque aquellos alumnos muchas veces no necesitaban un profesor sino una especie de amigo en tierra extraña.

Esta experiencia no sólo me sirvió para limar mis defectos como profesor, sino que también aprendí muchas cosas de otras culturas, otras lenguas, otros países y sobre todo de otras personas. En aquel momento fui consciente de que el giro que dí a mi vida abandonando la topografía ( eso era lo que estudiaba antes de hacer Historia) fue correcto: dejé de trabajar con máquinas para trabajar con personas.

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